María Tudela suele empezar a las once de la mañana la diálisis domiciliaria que lleva a cabo en su casa desde hace dos años. A raíz de padecer insuficiencia renal, todos los días de la semana, menos uno que tiene de descanso, tiene que estar durante dos horas y media conectada a la máquina —sumando el tiempo que le lleva pincharse y desconectarse de ella—. Ayer no llegó ni a completar una. «Ya había empezado tarde, sobre las doce, por lo que solo estuve media hora y no sirvió para nada porque es como si no la hubieras hecho».
En un principio, se pensó que se trataba de un corte de luz en su domicilio, hasta que llamó al hospital. Allí le confirmaron que el problema de suministro era a nivel nacional. «Como tenía pinta de ser para largo, me quité las agujas. Y esperé. Y esperé. Y esperé, pero nada». María tiene unas bolsas de bicarbonato para realizar el proceso «que duran seis horas»: «Necesito seis bolsas de cinco litros diarias, treinta litros en total, porque va interactuando con el dializador. Entra líquido y sale, para eliminar tóxicos. Si durante ese tiempo volvía la luz, podía seguir con el proceso, pero como no fue el caso, desistí».