Este tratamiento vital dura cuatro horas cada día y lo reciben tres veces a la semana; los enfermos de Extremadura denuncian retrasos «inhumanos» de las ambulancias que les recogen y llevan a casa
Jorge Acedo tiene 53 años y sus lunes, miércoles y viernes los pasa en una ambulancia y una camilla pegado a una máquina que depura la sangre. Sus riñones ya no son capaces de hacerlo y es uno de los 785 extremeños que se someten a hemodiálisis, un tratamiento vital que para muchos se ha convertido en un auténtico calvario en esta comunidad autónoma.
Horas de espera, ambulancias que se retrasan, rutas interminables y jornadas marcadas por la incertidumbre en las que salen de su casa cuando ni siquiera ha amanecido pero desconocen cuándo regresarán.
«Hay días en los que el transporte se retrasa tanto que tengo que coger mi coche. Tras el tratamiento a veces espero más de una hora para que la ambulancia me lleve a casa», lamenta Jorge tras una de las muchas sesiones de diálisis que recibe en un centro concertado con el SES ubicado al lado del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres.
