Los pacientes renales en Bolivia no solo enfrentan la enfermedad y la dependencia de la diálisis de tres veces por semana, sino también la discriminación laboral y la incertidumbre sobre si el Estado cumplirá con los pagos a los centros de hemodiálisis que garantizan su tratamiento.

“Cuando nos hacen el diagnóstico, a nosotros nos dicen paciente crónico terminal. Y al decir paciente crónico terminal, es que nuestro riñón ya no está funcionando. De esa manera empieza nuestro calvario” relató el secretario de organización de la Asociación Vida y Esperanza de Santa Cruz, Marco Antonio Torrez en entrevista con La Razón Radio.

Los pacientes deben acudir tres veces por semana a hemodiálisis. Cada sesión dura cuatro horas y deben observar cómo la mitad de su sangre circula por tubos transparentes, que entra y sale de su cuerpo. La sangre se filtra en una máquina que elimina toxinas, pero también proteínas, por lo que luego necesitan inyecciones de hierro, vitaminas y eritropoyetina.

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